sábado, 29 de julio de 2017

15. La justicia del plató.  

  • La frase identifica al deterioro que sufre la imagen pública de aquellas personas que han tenido que declarar ante un Tribunal de Justicia.
  • Ya sea como testigos o como imputados, lo cierto es que salen una y otra vez por televisión, que se convierte en un tribunal mediático, casi siempre condenatorio.




Junto a “la pena del telediario” (cuando una persona sale en televisión justo en el momento que es llevada por la Policía esposada y detenida) ha nacido otra modalidad de desprestigio mediático que es “la justicia del plató”. La frase la citó por primera vez Raúl del Pozo y la atribuye al jurista Javier Gómez de Liaño, con motivo de la reciente comparecencia de Rajoy ante la Audiencia Nacional. 

Se trata nuevamente del deterioro de la imagen pública de aquellas personas que han tenido que pasar por el mal trago de declarar ante un Tribunal de Justicia, ya sea como testigos o como imputados. Aparecen una y otra vez en televisión, sentados ante un Tribunal y en muchas ocasiones, sin que se haya producido sentencia alguna o sin que tengan cargo alguno en su contra. Pero lo cierto es que el medio, en este caso la televisión, se convierte en un tribunal mediático, casi siempre condenatorio. 

El mismo Gómez de Liaño le decía al periodista que en este caso, “llevaron a un Presidente de Gobierno como si fuera a un cadalso, no para preguntarle, sino para acusarle ante el mundo”. Esta situación ha provocado que muchos de estos personajes hayan tratado de evitar por todos los medios, una fotografía siempre desfavorable, declarando ante el juez, sentado en el famoso banquillo de los acusados delante de un Tribunal. 

Todas las personalidades políticas o empresariales siempre han tratado de no ser fotografiados en esas circunstancias, ya sea ante un tribunal ordinario o lo que es peor, ante un tribunal de la temida Audiencia Nacional. Algunos como la Infanta Cristina o su esposo Iñaki Urdangarín no lo consiguieron. Emilio Botín en cambio, logró esquivarlo cuando tuvo que declarar ante el Tribunal Supremo por un curso realizado por el ex juez Baltasar Garzón en Nueva York y patrocinado por el Banco Santander. No salió ninguna foto suya de ese momento. 


Felipe González lo consiguió a medias cuando declaró como testigo en el Tribunal Supremo por el secuestro de Segundo Marey el 23 junio de 1998, uno de los episodios más sonados de esa guerra sucia del Estado. Un teléfono móvil lo fotografió saliendo cabizbajo de la sala. La foto fue publicada en portada al día siguiente por El Mundo, cosa que González nunca le perdonó a Pedro J. Ramírez, director del periódico.
En cambio Rajoy no lo pudo evitar porque las cámaras del propio juzgado grabaron toda su declaración cuando fue citado como testigo por el Caso Gürtel. Sin embargo, el equipo de Moncloa consiguió que el presidente se sentara al mismo nivel que los jueces, porque como escribió Jordi Balló en La Vanguardia, “en un juicio, las personas tienen que mirar al poder desde abajo (porque el tribunal está sentado arriba de un estrado) y cuando lo hacen las situamos en el campo de la sospecha”. 

En efecto, como publicó Manuel Hidalgo, “de ese lenguaje gestual del sospechoso –que suele ser muy útil para los jueces- se libró Mariano Rajoy por la inusitada posición que ocupó en el escenario”. Rajoy “no solo no tenía que mirar desde abajo y de frente al Tribunal, sino que estaba situado –a su derecha- , a la altura de éste en el mismo plano de superioridad, sobre la misma tarima”.
Nota: Sobre este punto, recomiendo leer el artículo de Manuel Hidalgo: “La imagen”, en su columna “La balsa de la medusa”, El Mundo, 28-7-2017, pág. 4.


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