Las calenturas del ministro Puente
Cuidado con las improvisaciones y las metáforas
Las euforias son malas consejeras. Y las metáforas están cargadas de malos entendidos. Cuando
un diputado -por esos juegos de carambolas, casualidades o virtudes reconocibles- es
nombrado ministro, debe ser prudente y evitar caer en ese riesgo siempre latente, de creerse
“el rey del mambo”. Lo primero que debe hacer es internalizar la nueva situación y comprobar
que, al cambiar su rango, se modifican también sus responsabilidades que aumentan y se
multiplican. El nuevo ministro de Transportes, Oscar Puente, a tenor de su primera declaración,
todavía no ha tenido tiempo de darse cuenta.
Un diputado, es un peón político que puede llegar por méritos propios, ajenos o por su
capacidad para saber colarse en las listas. Ser designado ministro, es distinto. Más aún en un
Gobierno bipolar (¿o tal vez habría que decir esquizofrénico?) como el de Pedro Sánchez, que
debe gobernar con quienes quieren romper la monarquía, erosionar la democracia y usar todos
los resortes del Estado, para seguir siendo presidente, aunque el Estado, tal como lo
conocemos, corra el riesgo de desaparecer o mutar.
Puente, flamante ministro, deslumbró al presidente en la sesión de investidura. Hizo lo que
había que hacer desde el punto de visto presidencial o socialista de la nueva escuela: a su turno
de palabra, elaboró un discurso agresivo, inmisericorde con la oposición, y tuvo, sobre todo, una
imagen potente, fuerte y agresiva, un punto matona, que es lo que le gusta al presidente.
Siguiendo la estela antidemocrática marcada por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y
el Pacto del Tinell, el opositor, o sea, el PP, no es un partido político: es el enemigo a batir, al que
hay que cercar, aislar, derrotar y destruir.
El ministro se ha convertido en el bocachancla del Gobierno, como lo definió Josean Blanco en
su sección “Diccionario del perro” (El Mundo 4/12/2023) después de estas antológicas
declaraciones.
Puente dijo: “La amnistía ha sido necesaria o conveniente… para llegar a un
acuerdo, pero también lo es, para la convivencia de Cataluña. Y por tanto, puede que no se
hubiera hecho en este momento, pero sin duda se hubiera hecho a lo largo del mandato. Puedo
hacer una comparación chusca con decisiones cotidianas en la vida, ¿no?... Me podría
preguntar, ¿Ud. se hubiera casado si no se hubiera quedado embarazada su mujer?… pero a lo
mejor en este momento no, pero nos queremos mucho… Y seguramente dentro de seis meses
nos hubiéramos casado también… Pues esto es lo mismo…”.
La comparación del ministro no solo es chusca como él mismo lo reconoce; es impresentable.
Un nivel intelectual de razonamiento político tan vasto, para una cuestión de Estado, es
inconcebible. Ahora sabemos, que las decisiones políticas del Gobierno Sánchez son como un
polvo con eyaculación precoz y sin preservativo. La mujer importa poco. El problema es que las
consecuencias, en este caso, el presunto bebé, nos incumbe a todos. Y somos muchos lo que
preferimos una paternidad responsable. En mi libro “Publicity & Events” aconsejo tener cuidado
con las improvisaciones y las metáforas. Calenturas para seguir en La Moncloa, no, gracias.
- Mario Zóttola Ledesma.
- Autor de “Publicity & Events”. Ediciones Vitruvio