lunes, 27 de octubre de 2014

5. No cualquiera puede ser portavoz.


El caso de Teresa Romero, la primera contagiada de ébola en España y Europa, puede y debe ser estudiado porque ha tenido diferentes facetas todas ellas vinculadas a la Comunicación. En este caso que felizmente está llegando a su fin, hemos tenido una Situación de Crisis, protagonizada por altos cargos del Gobierno (que merecerá un comentario aparte) y una crisis de portavocía.

Para este profesional, la primera era imprevista, aunque hay que admitir que el Gobierno cometió un primer y grave error: dejar sola ante el peligro que significa una situación de crisis con un caso de contagio grave, a una ministra que nunca se ha caracterizado por su fluidez comunicativa. El gobierno central estuvo escaso de reflejos porque tardó en darse cuenta que era un problema de Estado y no un problema de Salud, circunscripto a un ministerio.

El equipo de prensa de la ministra Ana Mato debería haber tenido apoyo estratégico desde la Presidencia, en el primer minuto. No hubo reflejos y al final tuvo que salir Rajoy a dar la cara y la vicepresidenta Soraya Santamaría, a arreglar los platos rotos. Es curioso que Zapatero tenía a María Teresa Fernández de la Vega, para dar la cara antes temas complejos y Rajoy tiene a Soraya, que se encamina con pasos decididos a un cargo de mayor envergadura en el próximo periodo legislativo.

Pero volvamos a la "portavoz" de Teresa Romero, Teresa Mesa, nombrada al parecer por su marido, Javier Limón. Pongo "portavoz" entre comillas porque esta respetable señora demostró desde un primer momento que no dominaba la Comunicación, ni la Comunicación verbal, ni la Comunicación gestual. No escribió ningún comunicado y se limitó a a transmitir información en forma de comentarios, que eran más un cotilleo sano que una información seria.

Mesa carecía de imagen apropiada y además, se notaba que lo suyo era una improvisación propia de una vecina amable y bienintencionada. En ningún momento dio a entender que recibía instrucciones de lo que podía decir y lo que debía callar y manejó lo que sabía, como mejor pudo. El final estaba previsto: el marido Javier Limón le pidió que dejara de hablar en nombre de la familia  a causa de las "declaraciones desafortunadas" que hizo el pasado jueves. Ese día dijo que la auxiliar de enfermería se sentía "atropellada" y pedía justicia por todo lo ocurrido, incluida, la muerte de su perro.

En sus declaraciones de despedida frente a los medios, el pasado viernes, Mesa dio a entender que había un cierto enfrentamiento entre el abogado de la familia y ella. Dijo que actuó "desde el cariño" que tiene a la pareja (Teresa Moreno y Javier Limón); que lo había hecho "por su bien" y "sin cobrar por ello". Mesa comprenderá ahora, que todo ello no es suficiente. Que para ser portavoz hay que tener una estrategia y una política informativa de la cual ella careció. Y sobre todo, habrá aprendido que un portavoz no puede decir lo que quiere sino lo que le mandan.

Pero es probable que la causa de su destitución haya que buscarla en la cuestión monetaria. Teresa Mesa ha sido una telonera y no sirve para la nueva etapa que se avecina. Las amenazas del marido contra gobierno y autoridades, expuestas en la entrevista exclusiva que publicó El Mundo el pasado domingo, permiten sospechar que Javier Limón está dispuesto a recorrer los platós en busca de sus 15 minutos de gloria, y de rentabilidad.

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